miércoles, 12 de enero de 2011

Los dos hijos

El reino de los cielos es semejante a un padre de familia que tiene dos hijos. Los dos hijos admiran a su padre y quieren ser como él. Así que cierto día, uno de los dos hijos piensa para sí: "mi hermano y yo queremos ser como mi padre, pero yo quiero ser un mejor imitador de mi padre que mi hermano, así, él me querrá más porque me pareceré más a él". Y decide imitar lo que el padre hace. Se levanta y comienza a observar al papá. El día es jueves y mira que su padre sale de la casa con unas tijeras para podar (para cortar ramas y arbustos). Sale de la casa y voltea a ver hacia las dos casas vecinas, y se encamina hacia la casa de la izquierda. Mira todo el jardín y comienza a trabajar en él. El jardín era un desastre, así que le lleva casi todo el día repararlo. Al final, ya casi de noche, termina y se para frente a la casa y su hijo nota en su rostro una gran sonrisa de satisfacción. Entonces el hijo piensa: "wow, lo que mi padre acaba de hacer debe ser algo sumamente bueno, pues él está con una gran sonrisa. Si él me ve imitarle, hacer lo que él hizo, seguramente me mirará a mí con esa misma sonrisa de alegría y satisfacción".

Llega el siguiente jueves y el muchacho se levanta muy de mañana. Va hacia la bodega de herramientas y escoge la misma tijera que su padre usó. Sin voltear a ver las casas, se encamina hacia la misma casa vecina, la de la izquierda, y se para frente a ella. Ha pasado una semana desde que su padre la podó y la arregló, así que el trabajo no es tan difícil como el que pasó su padre, pero él piensa: "bueno, todo es proporcional, como él es adulto, le tocó más trabajo, a mí, que soy pequeño, me toca menos". Y comienza a "trabajar". Corta una ramita de por aquí, otra de por allá. Corta un poco de pasto, y levanta unas cuantas hojas que los árboles han tirado. Para el medio día ya terminó. Se para frente a la casa y piensa: "ahora mi padre me mirará con un rostro de agrado, porque hice lo mismo que él hizo". Así que termina su labor y se regresa a su casa, satisfecho por lo que ha hecho.

El otro hijo por su parte, el jueves anterior también observó lo que hizo su padre. Él hijo, que es el menor de los dos, se quedó pensando en lo que su padre hacía. Meditaba en los gestos, en las labores y los esfuerzos. Escuchó las canciones que su padre cantaba mientras trabajaba ese día. Pasados unos días, el muchacho se acerca a su padre, y le dice: "padre, ¿tienes tiempo para conversar con tu hijo más pequeño?" El padre, le voltea a mirar y le pregunta a su vez: "¿es importante lo que tienes que decir?" El hijo, con reverencia, le dice: "la importancia de mis palabras las tendrás que juzgar tú, pero eso sucederá después de que las escuches, pues si no las oyes ¿cómo podrás saber si son o no importantes?" El padre suelta una gran risa y le dice: "ese es mi muchacho, siempre tan inteligente. Tengo tiempo para hablar contigo, habla."

El muchacho comienza: "padre, el jueves pasado te vi lo que hiciste en la casa de los Hernández. Y me preguntaba la razón por la cual lo hiciste. Me refiero a lo que hiciste en su jardín, y al tiempo que le dedicaste. ¿Podrías explicármelo?". El padre, sonríe un poco y le dice: "tú eres muy joven para entender muchas cosas de la vida de los adultos. Pero la pregunta y las reflexiones que me expones requieren de una respuesta adulta. Pon mucha atención. Quizá hayas notado que hace más de un mes que el señor Hernández no viene a su casa. A sus hijos les dijo que iba a trabajar unos días fuera de la ciudad, y eso es lo que se dijo en el barrio. Hace dos semanas, seguro de esto sí te habrás dado cuenta, tú no juegas con tus vecinitos, pues su mami, la sra. Hernández, les llevó a casa de su abuelita. Tu mamá me dijo, que la sra. Hernández tenía ya casi 3 semanas con unos dolores en su vientre, y el martes supimos que había ido al hospital a revisar la causa de sus dolores. Ella no regresó a la casa durante el miércoles.

Ese mismo día, el miércoles, yo llegué a mi trabajo y me dijeron que el siguiente día, el jueves, la tienda en que laboro permanecería cerrada por diversas causas, que no fuera a trabajar. Así que el jueves por la mañana tuve tiempo de ponerme a pensar un poco. En realidad, el sr. Hernández no se fue a trabajar, sino que dejó a su familia, los sres Hernández se están divorciando. Esa es la causa de los dolores de la sra. y por la cual tuvo que llevar a sus hijos con su madre. Si ella no regresó del hospital es porque la mantuvieron internada, para poder tratarla. También pensé que lo más seguro era que la casa la tengan que vender, y bueno, si la necesitarían vender o no, la sra. Hernández no tendría ni tiempo ni ánimos para arreglar el jardín. Por eso, ese día, el jueves pasado, decidí hacer algo para contribuir a mejorar la situación de la familia Hernández."

El muchacho tiene los ojos un tanto abiertos, por causa de las cosas que el papá le está diciendo. Nota la pausa del papá en la conversación y aprovecha para decirle algo más: "apá, pero los de la casa de la derecha sí son tus amigos, los García, ¿Por qué nunca les has arreglado el jardín a ellos? ¿Por qué la casa de los Hernández, si ellos no han sido amigos de ustedes?" El padre, ahora serio, le dice: "M'ijo, los García son nuestros amigos, siempre han venido a los cumpleaños, a los festejos, a veces vinieron a cenar o a comer, eso es verdad. Pero ellos no tienen necesidad de que yo les arregle el jardín. El sr. García gana más dinero que yo, y él tiene un carrito podador. Él le paga a un jardinero para que lo mantengan siempre arreglado. Lo que yo hice ese jueves no tiene que ver con el jardín mismo, sino con la familia que está en necesidad". El muchacho le dice: "ya estoy entendiendo. El día no tiene importancia en sí mismo, sino que pudo hacer sido cualquier otro día. Elegiste el jueves sólo porque era tu día libre. No tiene importancia el hecho de que la casa de los Hernández haya sido la de la izquierda, pudo haber sido la de la derecha, o la del frente, o aun de otro barrio. No tiene importancia el hecho de que hayas arreglado el jardín, pudo haber sido la cocina, o el techo. Y el tiempo que empleaste no tiene importancia tampoco, sino que hayas terminado de hacer la labor que te propusiste". El padre vuelve a sonreír y le dice: "agradezco a Dios que te haya dado inteligencia hijo mío. En todo lo que has razonado has acertado. Lo que realmente importa es lo que uno es adentro, no las labores que realiza".

Continuará.

Juan Carlos

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