viernes, 26 de agosto de 2011

la amistad

Buen día amigos.

En los últimos meses no había escrito para ustedes, y casi para nadie. He estado estudiando, meditando, pensando y repensando muchas cosas, muchas creencias, muchas convicciones. Eso me ha llevado a confrontarme directamente con el texto bíblico y, como regularmente sucede, ha tenido la capacidad de volver a generar convicciones, más fuertes que las anteriores, y según mi entender: mejores (aunque la palabra mejor sea muy relativa).

Uno de dichos conceptos que ha mutado un poco en mi mente es el de la amistad. Ahora creo que la amistad es el ideal divino para la humanidad. A diferencia de un grupo étnico (los integrantes de una comunidad, un país), un grupo económico (una cooperativa, una empresa), un grupo religioso o deportivo, un grupo de amigos está ligado por una falta de interés. Permítanme explicarme. Los grupos étnicos se hacen, voluntaria o involuntariamente, por causa de una seguridad social. La gente se junta buscando protección, buscando un beneficio, lo cual no es malo, pero no es lo mejor.


Una banca o cooperativa financiera, pues ni siquiera se requiere una explicación: su razón de existir es beneficiar económicamente a sus adherentes. Los grupos religiosos, aunque en el discurso no se acepte, igualmente están basados en la premisa de seguir una serie de reglas (doctrinas, mandamientos, ordenanzas) con el objetivo de generar una deuda (activa o pasiva, presente o futura), la cual deberá ser saldada “algún día”. Es pues la base de dichas agrupaciones el pensamiento egoísta, controlador, manipulador o hasta tiránico: si no te ajustas a las reglas del grupo serás marginado, expulsado, perseguido o aniquilado.


Un grupo de amigos no tiene una razón de ser objetiva. La amistad no es agremial: es espontanea, sincera, desinteresada. Alguien es amigo de otro sin saber la razón. Y la amistad perdura las edades. La amistad no genera beneficios objetivos, ni siquiera los anda buscando. Bueno, no pretendo decir que no hay razones específicas por las cuales la amistad surja entre dos o más personas, lo que pretendo decir es que esas personas que se ven afectadas por la amistad no lo razonan, sino que es más bien un resultado inconsciente de pensamientos comunes. Cuando hay un interés egoísta de por medio, entonces no existe la amistad.


Precisamente la amistad es lo que el Señor Jesús buscaba tener con los discípulos. Pero no era lo que los discípulos buscaban en el Señor. Él les compartía de sí mismo sabiendo que ellos no estaban en capacidad de poder corresponderle a sus acciones: lo hacía desinteresadamente. Ellos a su vez hacían acciones “en beneficio” del Señor esperando una recompensa por sus labores. Mientras el Señor estaba presente entre ellos, parecían coincidir en mentalidad, en ideas, pero cuando él no estaba presente entonces era casi imposible la convivencia: surgían riñas, disputas, celos, y demás.


En la última cena el Señor dijo lo siguiente: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando (o sea que se amen). Ya no os llamaré siervos (empleados), porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto (o sea que hagan más amigos), y vuestro fruto permanezca (y que la amistad permanezca); para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.”

Básicamente el Señor, en las frases anteriores, nos está diciendo una paradoja: “aquí está mi mandamiento: ya no deben obedecer mis órdenes, porque ya no son siervos: les ordeno que sean mis amigos”. Una amistad no puede ser inducida (manipulada), ordenada (obligada) o impuesta. Por ello, al decir “les ordeno que se amen entre ustedes como yo les he amado” pues sólo está utilizando un juego de palabras para hacernos ver que su ideal para nosotros es que no haya entre nosotros ninguna relación, de ningún tipo, salvo el de la amistad.


Los amigos hacen lo que hacen porque quieren hacerlo. Punto. A un amigo le podemos pedir un favor, pero nunca podemos ordenarle algo. Y aun cuando en el pedir utilicemos frases autoritarias, no podrían ser una orden, porque ni el que la está recibiendo pretende recibir nada a cambio, ni el que la está emitiendo puede otorgar nada. Una relación de amistad es la consumación del amor mismo: es el amor hecho práctico.


Esta clase de relación de amistad era la que había entre el Señor y Dios. Regularmente decía: “yo hago lo que le agrada”. Y sí, también dijo que obedecía a su padre, pero ya vimos lo que la palabra obedecer quería decir en la mente del Señor Jesús. En la misma última cena el Señor dijo lo siguiente: “Mas no ruego solamente por éstos (los que ya serían sus amigos), sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos (los siguientes amigos), para que todos sean uno (para que todos sean amigos entre todos);como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste (las cosas que él sabía, y que les había compartido), yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno (para que tuviesen una misma mentalidad). Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.”


Precisamente la unidad perfecta se logra cuando no hay intereses de por medio. Si alguien se casa con otra persona, esperando un beneficio particular, y éste no es recibido, lo más probable es el divorcio. Pero cuando no hay intereses involucrados podemos esperar que esa unión, que está ligada por el desinterés, permanezca en el tiempo. Es lo mismo si el grupo está conformado por dos personas, que por millones. ¿Imaginan que todos, así como el Señor lo expreso, fuesen amigos de todos? ¿Cómo le llamaríamos a este planeta, si todos fuésemos uno con el Señor? No podemos esperar llenar la tierra con la luz, si es que esa luz no mora en nosotros primero. No podemos esperar que todos sean amigos entre todos si es que nosotros no somos capaces de ser amigos primero.


Entre nosotros, amigos míos, no hay jefes, ni rangos, ni estipulaciones. No debería haber celos, ni disputas, ni rencores. Si es que nos une la amistad, entonces ni siquiera somos un grupo: sólo seres humanos que caminan hacia un objetivo: que todos sean amigos de Dios, y entre ellos mismos. No hay un camino definido por el cual todos deban caminar para llegar a dicho objetivo, pero todos los caminos tienen una misma actitud: esa actitud, esa mentalidad desinteresada es el camino. No hay reglas, ninguna, pero hay una: no hay reglas. Pero el desinterés egoísta es la regla: no busco mi beneficio, sino el de los demás. Dicho sea de paso, esta actitud es constante, si es que somos amigos, no esporádica, eventual o semanal.


Que Dios sea manifestado a cada quien, de acuerdo a su situación particular, y que el propósito final se lleve a cabo. Estos son mis pensamientos hacia ustedes: mis queridos amigos.


Juan Carlos.