martes, 15 de marzo de 2011

Susy: la situación de todos

Hacía tiempo que no escribía. A propósito de una pregunta que me hizo una muy buena amiga mía, escribí una parábola. Aquí la trasncribo. Espero en Dios que les sea de beneficio.


"Respecto de la situación en la que te encuentras, de tener miedo a fallar o a pecar, déjame escribirte una parábola: cierto día un niño de 4 años está en su cuarto jugando, en eso escucha un gran ruido de algo que pasa por encima de su casa, y se asoma por la ventana: es una avioneta. Sale corriendo de su casa y va al terreno de un lado y ve descender de la avioneta a su papi. El niño corre hacia él y le dice: “¿qué es eso papá?” Y el papá le responde: “una avioneta”.



Como al papá le gustan mucho las avionetas después de unos días, él está en su oficina (en la cual tiene una colección de avionetas en miniatura) y llega el niño y le dice: “¡papá! ¡Papá! Te he hecho una avioneta, ¡mira!” Y saca de su bolsillo una avionetita de papel. El papá toma el regalo de su hijo, y le dice: “¡Qué bonita avioneta! La pondré en mi escritorio, para que todos vean la avioneta que has hecho.” Dime, susy, ¿cómo se siente el niño con las palabras que su papá le dijo? Obviamente se siente bien. El niño está a punto de salir de la oficina de su padre y el papá le dice: “hijo, estaba pensando un poco, ¿no te parece que a la avionetita le falta un poco de color?” El niño se queda pensando y se le ocurre una gran idea: ¡va a hacer otra avionetita pero ahora con color! (yo te pregunto: ¿a quién se le ocurrió la idea?).



Después de unos días el niño se da cuenta que cuando pinta el papel con los colores se arruga, y se maltrata. Después de algunas semanas va con el papá a su oficina y le dice: “papi, te traigo otra avionetita, pero ahora pintadita, con color, pero no me sale bien, no sale como quisiera.” El papá le recibe la avionetita y le dice: “puedes usar, en vez de papel, una cartulina, ella resiste más que el papel.” Al niño se le abren grandes los ojos y sale corriendo feliz porque ya sabe cómo hará su siguiente avionetita. Consigue un poco de cartulina, la recorta, la pinta y hace su siguiente avionetita. Después de un tiempo se la lleva a su padre, y el papá al verla la recibe muy contento, y le dice: “¡bien hecho hijito! Ahora voy a quitar la antigua avioneta, y pondré esta nueva, que es mucho más bonita que la anterior. Y vamos a guardar la anterior avionetita en la repisa, en la pared.” Dime susy, ¿cómo se sintió el niño con la actitud de su padre?



Pasan los años, y ahora el niño tiene 12 años. A su padre le siguen gustando las avionetas. Así que el niño, jugando en su cuarto, comienza a hacer una avioneta de abate-lenguas (esas maderitas planitas que usan los doctores cuando uno está mal de la garganta), y con un poco de pegamento comienza a hacer su primer avionetita de madera. No le gusta la primera que hace, así que lo vuelve a intentar, y así varias veces hasta que le gusta una. Sale corriendo a la oficina de su padre y le dice: “¡papá! ¡Papá! Te traigo una nueva avionetita.” El papá le recibe con gusto en su oficina y al verla le dice: “¡wow! ¡Me acabas de dejar con la boca abierta! (bueno, es un decir, pues el papá ha visto muchas cosas que su hijo aun no conoce) ¡Qué linda está la avionetita! Ahora vamos a quitar esta avionetita de cartulina y la vamos a reemplazar por esta de maderita. Y la anterior la vamos a poner a un lado de las primeras dos que eran de papel.” Dime susy, ¿cómo se siente el niño al ver la reacción de su padre?



El niño ahora es un joven y aprende a usar la madera. Estando en un taller de carpintería de su bachillerato industrial, se pone a modelar una avioneta ya más grandecita, con un gran trozo de madera que consiguió en el bosque. Al papá le siguen gustando las avionetas. Claro, modelar en madera una avioneta es mucho más complicado que hacer una de cartulina, o de maderitas, así que al joven le toma mucho más tiempo lograrlo. Después de un año de estar trabajando en ello, llega a la oficina de su padre y le dice: “padre, te he traído este regalo, llevo más de un año trabajando en él, espero que sea de tu agrado.” El papá mira la caja que trae su hijo y ya intuye lo que contiene. Al sacar la avioneta de su interior, barnizada, tallada, pulida y brillante, se queda sin palabras. Después de algunos segundos voltea a ver a su hijo y le dice: “este es el mejor regalo que me han hecho hasta hoy. Me parece lo más hermoso que alguien ha hecho por mí. Ahora, esta nueva avioneta ocupará casi todo mi escritorio. Pero no importa, me haré un escritorio más grande, para que puedan observar lo que has hecho.” Dime susy, ¿cómo se siente el joven con la reacción de su padre?



El joven está a punto de salir de la oficina de su padre, cuando escucha que dice: “hijo, ¿nunca te pasó por la cabeza ponerle un motor a esta avioneta de madera?” El muchacho sonríe ampliamente y da media vuelta. Llega a su tallercito, pero ¡él no sabe nada de mecánica! No sabe hacer un motor. Así que se pone a estudiar un poco de física, un poco de mecánica, un poco de ingeniería industrial. Después de algunos años, el muchacho modela una avioneta más sofisticada, con partes de madera, y partes metálicas. Le puso un motor, y se le ocurrió crear un circuito para manejarla a control remoto. Revisa todos los detalles posibles, y finalmente se encamina a la oficina del papá. Llegando allá, abre la puerta y ve a su padre sentado en el escritorio, y su avioneta anterior allí mismo. Voltea a ver la repisa de la pared y mira todas las avionetas que ha hecho a lo largo de su vida. El padre le voltea a ver y sonríe. El hijo le dice: “padre, esta avioneta no fue diseñada para que la pongas sobre tu escritorio, sino para salgas afuera a volarla.”



Salen juntos de la oficina. El hombre, que ya dejó de ser joven para convertirse en todo un adulto, enciende la avioneta y le da el control remoto a su padre. El padre acciona los circuitos y la avioneta comienza a moverse. Los dos están sumamente alegres, felices se puede decir. Después de jugar como niños durante una hora, el hombre ya no tiene que preguntarle a su padre si le gustó o no el regalo, es evidente que le ha encantado. Termina el día y en la terraza de la casa, ya de noche, el papá le dice: “hijo mío, ¿nunca soñaste con volar? ¿No te ha cruzado por la mente el pensamiento de que podrías ser como un ave?” El hombre se queda callado un poco y contesta: “sí padre, desde cuando te vi la primera vez, siendo un niño, volar en tu avioneta, he tenido la idea de volar yo también.” Después de ese día el hombre comienza a construir una avioneta “de verdad”, una en la que su padre se pueda meter, y la pueda pilotear, y se sienta como un ave cruzando por las nubes.



La tarea le toma años. La imagina, la diseña, la dibuja. Él hace todo. Desde los tornillos y las tuercas, hasta las piezas de goma y de plástico. La pinta, la ensambla, la construye. La termina siendo casi un anciano. Va a la casa de su padre y le dice: “padre, tengo un nuevo presente para ti, espero que te guste.” El papá está sentado en un sillón en la sala de su casa, y cuando su hijo voltea a su alrededor, mira todas las avionetas que ha hecho a lo largo de su vida. Mira la primera avioneta que le hizo a su padre, cuando era sólo un niño. Mira la de cartulina, mira la de maderitas. Allí están todas. El papá le dice: “hijito, las traje acá para que todos los que vengan a casa las puedan ver.” Salen despacio de su casa, y van a la calle. Allí está: la gran avioneta, la mejor obra de la vida del hijo.



El anciano le dice a su padre: “papá, te he hecho lo mejor que he podido. En esta avioneta he puesto todo lo mejor que tengo. Por favor, recíbela como si en ella haya puesto mi vida entera.” El papá le dice: “hijito mío, toda mi vida he sido feliz por las cosas que haces por mí. Esta avioneta es lo mejor que hayan visto mis ojos en toda mi vida. Pero ésta ya no es para mí, sino para ti mismo. Yo ya no puedo volarla, pues ya soy sumamente viejito. Pero es tuya, yo te miraré desde aquí como vuelas como un ave, y cuando estés allá, me sentiré contigo volando.” Dime susy: ¿cuántas veces le dio el papá la orden a su hijo de que le hiciera una avioneta? Entonces, ¿por qué las hizo? ¿Qué le impulsaba a hacerle avionetas a su padre? Esta es la actitud de un hijo de Dios: ¡querer que su padre se sienta feliz! El papá nunca le regañó, nunca lo presionó, nunca le castigó. El papá siempre esperó a que su hijo, de iniciativa propia, porque su hijo así lo quería, le hiciera sus regalos. Pero el padre nunca los esperó, mucho menos los demandó. Dios no nos da órdenes. Dios no nos regaña, no nos castiga. ¡Dios nos ama! Esto es sumamente diferente a lo que se nos ha enseñado en la iglesia. Pero es la verdad. No hay fuego, nadie morirá quemado.



Susy, si hoy no conocemos el carácter de Dios se debe a que las ideas religiosas se han estancado desde hace siglos. Los religiosos impiden que avancemos en el conocimiento de Dios, pero Dios no lo iba a permitir para siempre. Tenía que llegar la oportunidad para entender mejor a Dios, y hoy la tenemos con nosotros. No la dejes pasar. Deja esa mentalidad de sierva, de sirviente, de esclava, y tórnala por una mentalidad de familiar, de amiga, de hija de Dios."



Dios les cuide.


Juan Carlos