viernes, 22 de mayo de 2009

Relatto misionero

Un buen amigo de México me sugirió que le escribiera algún relato misionero para leérselo a sus alumnos en el departamento de escuela sabática. Me pareció muy bien la sugerencia y lo hice. Después de terminarlo pensé en compartirlo acá en el blog también. A continuuación el relato.

El día era sábado. Desde la mañana las actividades habían estado girando alrededor de la iglesia. Después de la comida me encontraba caminando hacia el Hospital Municipal San Juan de Dios, en la ciudad de Santa Cruz, en Bolivia.

En ese hospital tenía ya algunos meses colaborando en la ayuda espiritual a los enfermos. Junto con un grupo de amigos íbamos (y aun lo hacemos, tenemos 9 meses de ir cada sábado sin interrupción) al hospital todos los sábados a las 3 de la tarde para comenzar con los programas. Pero ese sábado fui más temprano del o acostumbrado porque un paciente me había pedido estudiar la Biblia. Llegué a las 2:30 más o menos con la intención de tener el estudio antes de comenzar con el programa en el hospital. Entré a la sala de Neumología, lugar donde yo colaboraba, busqué al paciente y no lo encontré. Pero lo que estaba por ocurrir le daría una nueva dimensión a mi experiencia espiritual.

En la sala de Neumología (problemas con las vías respiratorias) se ven los casos más impresionantes que haya visto en mi vida. Las personas que son atendidas, puesto que es un hospital para gente pobre o de la calle, llegan con estados crónicos de salud. Muchos de ellos son aceptados sólo por no dejarlos morir en la calle. Precisamente unas pocas semanas atrás había llegado Henrry al hospital.

Henrry era un muchacho de unos veintitantos años de edad que vivía en la calle porque no quería vivir con sus padres. En la calle contrajo tuberculosis. Eso, junto con que no comía bien, dormía en las bancas de las plazas, y en general vivía muy insalubremente, lo tenían con un estado de salud sumamente deteriorado. Antes de él, nunca había visto a una persona (fuera de las fotografías de África) tan delgada. Literalmente la piel estaba pegada a sus huesos.

Esa tarde pasé frente a henrry y noté que se quejaba, pero yo fui de largo buscando al paciente que necesitaba el estudio bíblico. Al no encontrarlo me di media vuelta y estaba regresando cuando paso de nuevo frente a Henrry (quien se encontraba en una silla de ruedas) y me habló:
- Hermano Juan Carlos – me dijo- venga por favor.

Me acerqué a él y noté que estaba llorando, pero mientras lloraba quejidos salían desde dentro de su garganta, como si provinieran de un dolor profundo dentro de su cuerpo. Me dijo que desde la mañana había estado con dolores muy intensos en su cuerpo. Le dije que iría por la enfermera para que le suministrara un calmante, para que dejara de dolerle. Pero él me dijo que ya lo habían hecho, que ya le habían puestos calmantes y que las enfermeras ya no le creían que le siguiera doliendo tanto como él decía.
- Ore Hermano Juan Carlos – dijo- yo se que Dios lo va a escuchar.

Yo me turbé. Tenía frente a mí un cuadro de verdad impactante. Un enfermo pidiendo una oración por un milagro. Como miembros de la iglesia Adventista se nos ha acostumbrado a que no creamos en los milagros. De hecho estamos acostumbrados a no pedirlos. Yo me puse a pensar en qué podría lograr “mí oración”. Henrry notó que no le respondí, sino que permanecía frente a él sin decir nada. Me volvió a pedir que orara por él.

Me puse de cunclillas al lado de él. Incliné mi rostro, cerré mis ojos y comencé a orar en voz alta. En la oración le decía al Señor que pues yo sabía que él, Dios, sabía la circunstancia. Que yo sabía que Dios tenía el poder de hacer quitar el dolor a Henrry. Y le pedí, en su grande misericordia, que le quitara el dolor a Henrry, sabiendo que mi persona, o mi oración, no hacía ninguna diferencia, pero sí su bondad.

Terminé de orar. Abrí los ojos y levante mi rostro. Henrry también hizo lo mismo. Nos miramos a los ojos y me dijo: “gracias hermano Juan Carlos, ya no tengo dolor”. Yo no sabía qué hacer. Me pidió hacer otra oración por su caso frente a la administración del hospital. Volvimos a orar y lo primero que hice fue agradecerle a Dios por haber respondido inmediatamente la oración elevada.

En la noche llegué al lugar donde dormía junto con otros 7 compañeros. Y meditaba en algunas preguntas: si no hubiera ido al hospital esa tarde ¿Dios habría ayudado a Henrry? Si yo no hubiera orado ¿Dios habría ayudado a Henrry? Cuál es el propósito de ser cristianos ¿Nuestra propia salvación? ¿La salvación de los demás? ¿Alguna otra?

Algún tiempo después Henrry finalmente murió. Pero lo que sucedió esa tarde definidamente le hizo saber que Dios existe y que Dios está interesado en nosotros. Yo no sé si Henrry será salvo. Sólo Dios sabe eso, puesto que él debió tomar una decisión que es individual y que es sólo entre Dios y la persona. Pero de lo que estoy seguro es que Dios requiere que nosotros demos testimonio de que “Él existe y que es galardonador de los que le aman” (Hebreos 11:6).

Juan Carlos

martes, 19 de mayo de 2009

Nuevas dimensiones

Saludos mis muy amados y muy amables lectores de este solicitado blog (es la broma de entrada). Hablando en serio les extiendo un saludo desde Santa Cruz, lugar de mis más grandes preocupaciones y mis más grandes retos. Esperando en Dios se encuentren con bien.

Tengo poco más de una semana por acá de nuevo (a mi salida de Guayaramerín), y les puedo decir que estoy super cansado. He estado en reuniones, predicaciones, estudios en grupos, privados, en grupos pequeños, en salas, terrazas, en el micro, etc.

Muy contento de estar de lleno de nueva cuenta en el campo de batalla. Aunque es verdad que cualquier aspecto de la vida y cualquier labor que desempeñemos para Dios es un campo de batalla. No hay campos neutros en el gran conflicto.

Les cuento que estamos orando mucho, pidiéndole a Dios su dirección, protección y fuerza para realizar algunos proyectos y algunas acciones en beneficio de causa. Los proyectos aun no los puedo mencionar, pero les adelanto que ya me los estoy saboreando.

Les voy a hacer una recomendación muy encarecida: lean el libro de hechos de los apóstoles. Creo personalmente que estamos llegando a la parte final del trabajo misionero en todo el mundo, aquel momento en que el Señor Jesús dijo que la predicación se haría "por testimonio". Es tiempo de prepararse para recibir la lluvia tardía. Sin el Espíritu Santo nada podemos hacer.

Un placer saludarles de Bolivia, y a los amigos de México les quiero ver pronto y encontrarles fieles en la esperanza "una vez dada a los Santos".

Juan Carlos

martes, 12 de mayo de 2009

de regreso en Santa Cruz

Mis asiduos lectores (casi nadie, jeje), les escribo desde la ciudad que me vió llegar a este país, y desde la cual mi vida espiritual tomó nuevas perspectivas.

Doy gracias a Dios nuestro Padre y al Señor Jesús por la manera en que me han conducido por estas tierras. Es formidable despertar en la mañana, con ánsias de orar y de estudiar, para saber la voluntad de Dios para el día. Es maravilloso saber que nacimos a este mundo no siendo resultado de una casualidad o de un error, sino con un objetivo y para una finalidad.

Como tengo muchos días sin actualizar el blog, primeramente les contaré mis tres meses fuera de Santa Cruz, que lo más relevante fueron mis dos meses y medio en el colegio misionero Richard Gates, en Guayaramerín, Bolivia.

Esta es una nube de alguna tarde de tantas en el colegio, donde pude ver los mejores atardeceres de toda mi vida. Separado 30 kms del poblado de Guayaramerín (unos 40 mil habitantes) y a un km y medio de la carretera, el colegio está rodeado por espesa vegetación, fauna peculiar (serpientes de varias clases, cantidad de aves, tucanes y loros surcan sus aires cotidianamente) y un ambiente de camaradería y espiritualidad.

En él se imparten los 4 grados del nivel medio, que van desde los 14 a los 18 años normalmente, pero hay alumnos de 13 a 21 años. La mayor parte de ellos son de poblados y regiones distantes al colegio. Sus padres los envían con la esperanza de obtener una mejor educación que los capacite para enfrentar mejorla vida y con la convicción de que al egresar serán mejores personas. En el colegio la preocupación mayor es de formarlos como ciudadanos del reino celestial.

El colegio es de tipo rural, las construcciones en su mayoría son de madera y techo de hojas. Diariamente se trabaja en él la agricultura y algunas otras labores útiles como cocinar, construcción, mantenimiento, etc. El ambiente que los alumnos generan en las aulas de clases es formidable, son muy buenos muchachos.

Como saben la mayor parte de ustedes, mi lugar en el colegio era ser el preceptor del dormitorio de varones y maestro de los 4 grados de la materia de "estudios sociales". Fue una gran bendición y de mucho crecimiento el haber servido en estas labores, aunque el tiempo fue breve.

Dentro de las cosas maravillosas que me otorgó el Señor Jesús por acá fue la de oficiar la primer santa cena en mi vida (que de hecho fueron 3 ocasiones). Se me pidió tener la semana de oración en el colegio, y de igual manera una semana de evangelismo en un poblado cercano (a cerca de 4.5 kms de distancia). Se bautizaron 11 personas, de ellos 10 alumnos del propio colegio. Fue una gran experiencia. Sin embargo, creo que lo mejor de todo fue el estar influyendo directamente en la cida de esos muchachos. Qué un muchacho de 19 años se te acerque y te diga, después de algunos pocos meses apenas: "usted de verdad ha sido como mi padre en este mundo ..." No tengo palabras para eso.

El futuro no lo conocemos, pero esperamos siempre lo mejor. Dios quiera que para la vida de esos muchachos sea de esa manera: que lo mejor en sus vidas venga en el futuro.

Esta es una fotografía de mi último día en el colegio. La playera (polera le dicen acá) es un regalo qu eme hicieron algunos alumnos que eran de "mi familia" (un grupo pequeño).
Como pueden ver sigo flaco, jejeje. En el colegio se come arroz prácticamente todos los días, algunas veces con arbejas, frijoles o uno que otro guiso. No hay mucha variedad culinaria, jejeje.
En términos generales la experiencia vivida fue muy buena, de hecho podría decir que ha sido la mejor de mi vida, pero eso sería restarle valor a muchas otras que he pasado en otras partes. Lo que sí puedo darme cuenta es que Dios, al ir generando crecimiento en nosotros, nos va poniendo en nuevas situaciones que, vistas desde la perspectiva del tiempo, van siendo más difíciles de vivir que las anteriores. Así fueron estos tres meses en Guayaramerín. Y aun viene lo más difícil.
Juan Carlos.