lunes, 10 de agosto de 2009

El que de vosotros esté sin pecado...

A toditos mis lectores hambrientos de más (nadie, ya sé), les saludo desde las tierras de clima extraño de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Para quienes sabían que me iría a Pando, la incivilización, les anuncio que se me cayeron los planes, será para nuevo aviso.

Le escribí un correo a un erudito en el idioma griego antiguo (koiné) con una prpuesta de traducción de un texto muy conocido, y a mi parecer, mal interpretado. Convertí ese correo en un artículo y aquí se los presento. Por favor leanlo con una Biblia a mano, les garantizo que se sorprenderán un poco.

Escribo el presente artículo por causa de un pensamiento que vino a mi mente. Pensando en el conflicto aparente que existe en la teología cristiana respecto del "no juzgar" y el "reprender el pecado", pensé en el caso de la "mujer pecadora" que fue traída ante el Señor Jesús, y sobretodo en la frase que él les dijo a los acusadores.

Siendo el griego un idioma preminentemente contextual, en otras palabras, el contexto influye y muchas veces rige el uso y por ende la traducción de las palabras, estuve leyendo el contexto hasta que me di cuenta de algunos puntos que quisiera compartir con ustedes para después presentar una propuesta de traducción del texto de Juan 8:7. Los puntos del contexto son los siguientes:

1. En el capítulo 7 nuestro Señor estaba en Galilea puesto que no quería estar en Judea porque sabía que los judíos querían matarle (7:1).

2. Evidentemente era público que los judíos querían matarle, puesto que aun sus hermanos (envidiosos evidentemente de que el menor de ellos fuese el que mayor honra tenía, caso semejante a José, David, Samuel y algunos otros personajes bíblicos) le instaban a ir al peligro, por ver qué sucedería (7:3-8).

3. El Señor Jesús, aun antes de ir a Jerusalen, se dio cuenta que intentarían atraparle en algún acertijo mental, para que incurriera, en malentendido al menos, en "pecado" por palabra o acción. Menciono esto por la respuesta que les da a sus hermanos y su acción posterior de ir a la fiesta, cuando éstos ya se habían marchado (7:9-10).

4. Para dejar el asunto claro, Jesús dice en público (en el templo) las maquinaciones de los judíos respecto de él: "¿Por qué procuraís matarme?" Aunque inicialmente lo negaron (al menos delante de la acusación que el Señor les presentara en público) la gente ya tenía conocimiento que los principales querían matarle, puesto que entre ellos preguntaron, aparentemente entre murmuraciones, no abiertamente: "¿No es éste a quien buscan para matarle?" (7:14-25)

Al no hacerlo abiertamente denotaban, según mi apreciación, que no estaban seguros si el Señor Jesús era realmente el Mesías, de haber estado seguros le habrían defendido denodadamente, al menos por causas egoístas, porque esperaban que el Mesías les liberara de la esclavitud romana y les volviese los gobernates del mundo. Esta conclusión está apoyada en el texto mismo cuando dice que había discusión ente ellos si Jesús era bueno o engañaba al pueblo (7:12), cuando se maravillaban que fuese tan sabio (7:15), cuando le asociaban con el Cristo por causa de sus señales (7:31), cuando algunos del pueblo se maravillaban de lo que hablaba (7:40) y finalmente cuando los mismos incrédulos de la fe judía (los alguaciles, que posiblemente eran judíos pero posiblemente eran romanos) dijeron "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!" (7:46).

5. Con todo lo anterior los judíos no tenían forma de prender al Señor por dos cosas al menos: la primera porque durante dos días (7:14;37) de la fiesta intentaron hacer que él incurriera en algo indebido pero no lo lograron, y segundo, porque al hacer lo anterior, ellos mismos se habían expuesto al escarnio del pueblo, que ahora, después de observar lo que el Señor hizo con ellos, les quedaba más patente que Jesús era realmente el Mesías. Tanto era fuerte este pensamiento, que ya sin necesidad de permanecer en Jerusalén, pues la fiesta ya había terminado, al siguiente día "todo el pueblo" aparentemente se quedó a escuchar a Jesús, pues vinieron a él por la mañana y "les enseñaba"(8:2).

6. Únicamente los escribas y fariseos son los que traen a la "mujer sorprendida en adulterio" (8:3), y en este punto resalto otro: los fariseos y los escribas, no se paseaban entre la gente, en otras palabras, ellos no caminaban en las zonas proletarias, ellos estaban todos los días en el templo y sus alrededores. De hecho el templo era su modus vivendus, su estilo de vida, todo su día giraba en derredor de él. Lo anterior lo sabía todo el pueblo. Por otra parte la presencia del Señor en Jerusalén paralizó las actividades seculares, ya no había fiesta ritual, pero "todo el pueblo" estaba en el templo, escuchando al Señor, donde los escribas y fariseos deberían haber estado. Surge una pregunta de todo esto: ¿Dónde encontraron los escribas y fariseos a una mujer que precísamente estaba en el acto sexual? Si ellos no salían del templo, de hecho su trabajo era permanecer en el templo.

Hay otro aspecto que quiero ligar al anterior para llegar a una conclusión de este punto específico. Para que la mujer haya sido sorprendida en el acto sexual (adulterio) necesitaba a un hombre que estuviera con ella. Si sólo la mujer fue traída, era evidente que los escribas y fariseos o dejaron escapar al varón o definidamente no les interesaba llevarlo. Si lo que los fariseos querían era inculpar al Señor en un acto de rebeldía contra el gobierno de Roma (por arrobarse la autoridad de juzgar a muerte a un súbdito romano) o en un acto de rebeldía a la ley judía (que requería la muerte para cualquier persona que se le comprobara adulterio), entonces el hecho de llevar a los dos culpables daría más peso al dilema que enfrentaría el Señor Jesús. Pero no llevaron al varón, sólo a la mujer.

Por lo anterior concluyo en este punto que ellos "plantaron la evidencia". En otras palabras, le pagaron o coercionaron a un varón para acostarse con la mujer. Si ellos llevaban al varón, éste podría haberlos desenmascarado frente al pueblo, pero la mujer, que no sabía de las tretas de los escribas y fariseos, no podía hacerlo, ella se sentiría avergonzada, por saberse culpable y digna de muerte.

7. Un último punto contextual y posteriormente escribiré mi conclusión del caso para pasar a la propuesta de traducción de Juan 8:7. El Señor Jesús estaba en el templo enseñando, pero noten el versículo 2: "sentado él". Si el Señor estaba sentado enseñando, no podría de ninguna forma estar frente a "todo el pueblo" en su mismo nivel espacial: por fuerza estaba sentado sobre un pedestal o una escalinata del templo. De ser así, entonces no tenía a "todo el pueblo" inmediatamente frente a él, pues esto impediría que el pueblo le viera y le escuchara, por ser ellos mismos barrera visual y acústica. Presumiblemente considero que debieron haber unos cuantos metros (sólo como punto de apoyo soy arquitecto de profesión) entre el Señor y la gente ("todo el pueblo" nos da la idea de que no eran pocos los que allí se encotraban). Al traer a la mujer, la Biblia dice que los escribas y fariseos la pusieron "en medio" (8:3), es obvio que la expresión se refiere precísamente a "en medio" del Señor Jesús y "todo el pueblo" que estaba viendo y escuchando toda la escena.

De ser todo lo anterio cierto entonces hay una inconsistencia con todas las películas e imágenes que se han hecho respecto de este relato de la Escritura. El Señor se encontraba sobre las baldosas del templo, sobre su piso sólido, no sobre tierra suelta. De hecho en la frase que aparece en el texto de Juan 8:8: "Y volviéndose a inclinar hacia abajo, escribía en tierra", la palabra griega "gen", que es traducida como "tierra", no es literalmente tierra, sino suelo. Ya que él estaba sentado en el templo, sobre algo elevado (la escalinata es lo más probable), entonces no podría de ninguna manera la escena estarse desarrollando en una especie de terreno natural expuesto, sino en un espacio habitacional o de tránsito, como lo era el atrio del templo.

Esto es sumamente importante, porque lo que el Señor Jesús "escribía en tierra" no podía ser legible para "todo el pueblo", ya que la posición espacial de éste no le permitía hacerlo, estaban lejos como para leer lo que él escribía. Por otro lado, si acaso pudo haber polvo sobre las lozas del suelo del atrio del templo, la escritura no podría haber permanecido como para que el pueblo se acercara a verla. Evidentemente los movimientos del dedo del Señor tendían más a que fuesen vistos y entendidos por los propios escribas y fariseos, que sí estaban cerca de él, que por el pueblo.

A manera de conclusión hay una última frase que quiero abordar: "acusados por su conciencia" (8:9). Estas personas que llevaron a la mujer daban evidencia de no tener escrúpulos. En otras palabras, la acusación de sus "conciencias" no estaba fundada en una base moral. Harto habían demostrado que la moralidad no era lo que les motivaba, sino todo lo contrario. No tuvieron un destello de buena voluntad repentina que los obligó a desistir de su plan de asesinar al Señor Jesús, de haber sido así no habrían persistido en perseguirle.

Lo que el Señor Jesús tuvo que hacer fue decirles veladamente: "se lo que hicieron, puedo acusarles y ser juzgados por los romanos e ir a la cárcel, o puedo acusarles con el pueblo y hacer que los apedreen". Ello se dieron cuenta de que su vida (o su estilo de vida) estaba en peligro. Egoístamente, igual que cualquiera de sus actos, decidieron dejar a la mujer, no porque ella les interesara en lo más mínimo, sino por ellos mismos. Tuvieron temor de recibir el castigo por su pecado y no tuvieron un arrepentimiento de él. De igual manera pensaron que, ya que el Señor podía usar en su contra todo el proceso, sería mejor urdir otros planes sin que hubiera riesgos de salir afectados.

Leyendo el texto en griego nos encontramos con que "anamartetós" (sin pecado) es únicamente usado en toda la Escritura en Juan 8:7. No hay forma de compararle en el texto bíblico. En el libro de Hebreos, para referirse a la pureza del Señor Jesús dice literalmente "separado del pecado" ("joris amartías") que en español está traducido como"sin pecado" (Heb. 4:15; 9:28), que se refiere a su no participación de las obras del pecado, ni de su naturaleza. Pero él mismo, en el versículo en cuestión (Juan 8:7), no usa esa expesión para referirse a la pureza de las personas, en otras palarbras, no le está diciendo a los escribas y fariseos (con quienes es el diálogo): "el que sea puro arroje la primera piedra", tampoco les está diciendo: "el que nunca haya pecado arroje la primera piedra", lo que entiendo que les está diciendo es: "el que de vosotros esté sin este pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella".

Evidentemente los únicos que pudieron haber traído piedras (que de hecho la Biblia no menciona que las hubieran traído, y los más probable es que no, puesto que ellos estaban esperando que fuera Jesús quien se pronunciara con la sentencia, no ellos mismos; por otro lado nadie podía ser apedreado en el templo, ni dentro de los muros de la ciudad) eran los mismos que esperaban que el Séñor Jesús diera un veredicto, que eran los mismos quienes habían participado activamente en el pecado del cual acusaban a la mujer.

De acuerdo con todo lo anterior la conclusión a la que llego es que el Señor, en este relato, no está queriendo enseñar que deberíamos ser indulgentes frente a los pecados, sino honestos con nosotros mismos y justos. El relato nos invita a ser misericordiosos con las personas, que de hecho no tienen (tenemos) la culpa de haber nacidos pecadores, o en todo caso, cuando alguien es esclavo del pecado, es el mismo pecado el que nos impulsa a cometer los actos pecaminosos; pero no nos invita a pasar por alto los pecados, confrontándonos con la idea de que nadie es puro. De ser así habría una incosistencia con varios textos bíblicos que nos invitan o aun nos exigen (en el sentido de la necesidad) a ser puros, sin mancha, santos, apartados del mal.

Espero que este artículo sea de bendición y objeto de meditación para ustedes.

Dios les cuide.

Juan Carlos