jueves, 30 de septiembre de 2010

Porque nada podemos contra la verdad

Esta vez, este artículo es para Samuel, a quien llevo dentro de mi corazón, que aunque no tengo hijos carnales, considero que lo que siento por él, lo sentiría por un hijo propio.

Porque nada podemos contra la verdad, sino a favor de la verdad. Pablo.

Tener la convicción de que el plan de la redención existe desde antes que crearan este planeta es algo que debiera definir cada uno de nuestros pensamientos (tan frecuentemente regidos por preocupaciones de esta vida terrestre) y de nuestras acciones.

Tener la convicción de que Dios es el autor de lo que existe (y su sostenedor), y que todo existe de la manera en que él previó (no que determinó) y para lograr los objetivos que se propuso (los cuales sí determinó), debería ser la plataforma para encarar cada una de las circunstancias que vienen con el día a día.

Tener la convicción que se pertenece (ahora sólo en la mente) a otra realidad tan sumamente diferente y elevada a lo que hemos vivido hasta hoy (o a lo que hemos siquiera imaginado) debería afectar nuestra manera de vivir, todo lo que nos resta de tiempo en este mundo (muy poco por cierto).

Tener la convicción de que Dios personalmente nos ha encomendado una labor, un trabajo; que tenemos una razón de existir, un lugar específico en su gran plan de universal y que nos solicitó (nos llamó a la vida) para ocuparlo debería, sin duda alguna, llenarnos de asombro, de gratitud y de reverencia por causa de tan pasmosa y aturdidora misericordia divina.

Tener la convicción de que somos actores (personajes activos) de la “historia de la salvación universal”, y que nuestro paso por este mundo influye, positiva o negativamente, en los demás actores (espectadores-actores) que junto con nosotros han tenido la gracia de existir, debería arrobar nuestros pensamientos, debería renovarlos continuamente hasta ser nítidamente diferentes a los que no la tienen.

Es pues el cristianismo, aquello que el Señor Jesús inauguró en persona, no una religión, es quizá un “estilo de vida”, pero va mucho más allá, es algo que escapa a la comprensión completa: es verdaderamente conocer a Dios, participar de su naturaleza, de sus pensamientos (esos que le llevaron a concebir el plan de redención), es tenerle dentro de nuestra mente. Es, en última instancia, vivir en la eternidad.

Si nos fuese hoy posible definir la eternidad, nos sería posible definir el cristianismo. Si nos fuese posible hoy expresar en lenguaje humano las realidades celestiales, entonces podríamos expresar de manera sencilla al cristianismo. Si les fuese posible a los cristianos intercambiar la mente con los demás (en sentido literal), posiblemente todos podrían entender las convicciones que el Espíritu Santo genera en la mente de aquellos a quienes se ha revelado.

El cristianismo, el ser “pneumatikós” (espiritual) es, en síntesis, el plan más perfectamente ideado, fundado en la mente infinita del Ser más altruista que jamás haya existido o existirá.

Al final de todo, de toda esta realidad en la cual existimos actualmente todos, absolutamente todos, nos daremos cuenta que fuimos actores consciente o inconscientemente, de ese gran plan de redención universal y que frente a ello nunca pudimos hacer nada que Dios no haya previsto, para lograr el bien mayor por supuesto. Al final nos daremos cuenta de lo profundo de esa frase del apóstol Pablo, quien sí fue transformado, quien fue un espiritual: “nada podemos contra la verdad, sino a favor de la verdad”.

Dios les cuide.


Juan Carlos

miércoles, 8 de septiembre de 2010

"Sola Scriptura"

Buen día a todos mis muy queridos lectores (ya lo sé, muy muy poquitos). Agradezco a Dios por haber permitido, y en muchas ocasiones planificado, tantas y tantas circunstancias que han hecho la experiencia de la vida, de la vida de cada quien, que entre "coincidencias" y "coincidencias" se entretegen con las de los demás. Gracias a Dios porque alguna vez les conocí, y porque así los propósitos de Dios se van desarrollando: a él las gracias.

Hacía mucho, pero mucho tiempo que no me disponía a "vagar" un poco por el "terreno" de los "blogs cristianos". Por algún tiempo, corto y hace mucho tiempo atrás, participé activamente en un blog. Pero hace como varios años atrás me inscribí a otro al cuál nunca volví a visitar. Pero ayer, por una de esas "coincidencias", entré y vi un tema: "Sola Scriptura". El título me llamó la atención, y accedí. Al leer algunos de "los aportes" de los usuarios me sentí aturdido con un conglomerado (conjunto) de pensamientos y emociones, que me llevaron a tener algunas refleciones, decisiones y actos. Al final de todo, escribí una respuesta, un "aporte" al tema. He decidido también compartirlo con ustedes. El escrito a continuación:

Sólo la Escritura.

“Sola Scriptura” no puede sobrevivir sin “Sola Fide”.

Pensar que en las páginas de la Biblia, y sólo ahí, se encuentra la información necesaria, adecuada y global, para acceder a la salvación (muy famosa y tan poco entendida), no tiene ningún argumento lógico o teológico: sólo un argumento de fe.

Por la fe nos aferramos a la convicción de que Dios existe. Por la fe nos anclamos mentalmente a la idea (al pensamiento seguro) de que ese Dios es, en resumen (si acaso es posible hacer un resumen de Dios), amor. Por la fe mantenemos una estrecha relación con un Dios descrito a través de las letras que otros hombres “que le vieron”, en muy variadas maneras y ocasiones, escribieron porque creyeron (por la fe) que serían vitales para tantos otros en su futuro: los cuales somos nosotros.

Por la fe, sin embargo, aparte de “Sólo por la Escritura” creemos, sostenemos y visualizamos nuestra razón de existir por causa de otra columna, igual de potente y vital que la primera (la cual está sujeta a debate en esta ocasión): el “Libre Albedrío”. Sin ésta, la columna de “Sólo por la Escritura” se desmorona, se cae a pedazos.

La libertad de pensar y obrar por uno mismo (“Libre Albedrío”) es la que hace operativa a “Sólo por la Escritura”, y es, al igual que ella, producida y sustentada por “Sólo por la Fe”. Por lo tanto, sólo por la fe creemos que Dios nos dio, nos transmitió y preservó para nosotros (para toda la humanidad) su revelación (la que trata acerca de él mismo) adaptada y adaptable a cualquier mentalidad, a cualquier persona (con cualquier característica inherente o adjudicada) que haya existido, que existió y que existirá en este planeta. Por la fe creemos que en la Biblia se encuentra la verdad y que es responsabilidad individual, personal, buscarla y que Dios, a partir de esa actitud del humano, y por la mucha misericordia suya, accede a revelarse a través de esas sencillas páginas, de esas nobles letras, de esos insignificantes volúmenes de tinta y papel comunes y corrientes.

Por la fe estamos dispuestos y gozosos, al igual que muchos otros en el pasado, a dar la vida (no “en caso de ser necesario”, puesto que siempre es necesario) para otorgarles a otros, a muchos otros, a todos pues, la oportunidad de participar de otras realidades, de otras latitudes, de otros mundos, que según creemos (por la fe) Dios nos dio a nosotros.

“Sólo por la Escritura” y “Libre Albedrío” son una decisión de fe consciente, no inconsciente, o sea nacida de la voluntad propia. Necesariamente debe ser así, puesto que toda decisión implica un acto, y todo acto está sujeto a juicio, y todo juicio conlleva un veredicto, un desenlace final.

Si acaso la fe no vale nada para Dios, y resulta que al final (en su juicio acaso) Dios nos dice, frente a todos los seres celestiales, que estuvimos equivocados, y que la redención consistía en pertenecer a determinado grupo religioso, de participar de sus actividades eclesiales y de dar un poco de dinero para su preservación y mantenimiento, entonces, sin duda alguna, los que creemos en “Sólo por la Fe”, “Sólo por la Escritura” y “Libre Albedrío”, somos los más miserables de todos los humanos: “los más dignos de conmiseración”.

Sin embargo, si de verdad “Sólo por la Fe” fue una decisión deliberada (o sea consciente e individual), seguramente los que hayan vivido por ella podrán, al menos, pararse frente al Originador de lo que existe, con una sensación de satisfacción, y podrán decirle, de forma individual por supuesto: “¡Gracias! Gracias por lo extraordinario que fue el haber participado de la existencia, tan siquiera, por un breve tiempo-espacio, y porque en esa brevedad pude vivir en una locura, en una fantasía que me hacía imaginarle diferente a lo que resultó ser: le imaginé amoroso, le imaginé justo, le imaginé glorioso, le imaginé en ocasiones como a un padre, en otras como a un hijo, pero en la mayoría de las ocasiones como a Alguien indescriptible a cabalidad e inabarcable por su inmensidad. Bueno, al final resultó que “Sólo por la Fe” no sirvió para seguir existiendo, pero definitivamente me dio una razón para haber existido: el querer ser como le imaginé. El haber creído en “Sólo por la Escritura” y en “Libre Albedrío” me hizo llegar a la convicción de que usted fue revelado en Jesucristo tal como está expresado en la Biblia, por lo cual perdí mi existencia terrena (existencia sumamente corta, por supuesto, en comparación con los que no creyeron en esto y seguirán existiendo) viviendo como él enseñó y vivió, pero fue sólo una quimera. Acepto su juicio, y el resultado final”.

Así pues, “Sólo por la Escritura” es “Sólo por la Escritura” o “la Escritura y otra cosa”, lo cual, por rigurosa e infantil lógica, anula a “Sólo por la Escritura”. Aunque si no hay “Sólo por la Escritura” todavía nos queda “Libre Albedrío”. También puede existir “Sólo por la Fe”, pero habría que divagar en nuestros interiores (“Libre Albedrío”), como lo hacen las religiones orientales, o centrar la fe en seres humanos (para que nos digan qué y cómo hacer) para que la existencia no sea, al final de cuentas, lo que los espiritistas o los ateos creen.


Dios les cuide.


Juan Carlos