viernes, 26 de agosto de 2011

la amistad

Buen día amigos.

En los últimos meses no había escrito para ustedes, y casi para nadie. He estado estudiando, meditando, pensando y repensando muchas cosas, muchas creencias, muchas convicciones. Eso me ha llevado a confrontarme directamente con el texto bíblico y, como regularmente sucede, ha tenido la capacidad de volver a generar convicciones, más fuertes que las anteriores, y según mi entender: mejores (aunque la palabra mejor sea muy relativa).

Uno de dichos conceptos que ha mutado un poco en mi mente es el de la amistad. Ahora creo que la amistad es el ideal divino para la humanidad. A diferencia de un grupo étnico (los integrantes de una comunidad, un país), un grupo económico (una cooperativa, una empresa), un grupo religioso o deportivo, un grupo de amigos está ligado por una falta de interés. Permítanme explicarme. Los grupos étnicos se hacen, voluntaria o involuntariamente, por causa de una seguridad social. La gente se junta buscando protección, buscando un beneficio, lo cual no es malo, pero no es lo mejor.


Una banca o cooperativa financiera, pues ni siquiera se requiere una explicación: su razón de existir es beneficiar económicamente a sus adherentes. Los grupos religiosos, aunque en el discurso no se acepte, igualmente están basados en la premisa de seguir una serie de reglas (doctrinas, mandamientos, ordenanzas) con el objetivo de generar una deuda (activa o pasiva, presente o futura), la cual deberá ser saldada “algún día”. Es pues la base de dichas agrupaciones el pensamiento egoísta, controlador, manipulador o hasta tiránico: si no te ajustas a las reglas del grupo serás marginado, expulsado, perseguido o aniquilado.


Un grupo de amigos no tiene una razón de ser objetiva. La amistad no es agremial: es espontanea, sincera, desinteresada. Alguien es amigo de otro sin saber la razón. Y la amistad perdura las edades. La amistad no genera beneficios objetivos, ni siquiera los anda buscando. Bueno, no pretendo decir que no hay razones específicas por las cuales la amistad surja entre dos o más personas, lo que pretendo decir es que esas personas que se ven afectadas por la amistad no lo razonan, sino que es más bien un resultado inconsciente de pensamientos comunes. Cuando hay un interés egoísta de por medio, entonces no existe la amistad.


Precisamente la amistad es lo que el Señor Jesús buscaba tener con los discípulos. Pero no era lo que los discípulos buscaban en el Señor. Él les compartía de sí mismo sabiendo que ellos no estaban en capacidad de poder corresponderle a sus acciones: lo hacía desinteresadamente. Ellos a su vez hacían acciones “en beneficio” del Señor esperando una recompensa por sus labores. Mientras el Señor estaba presente entre ellos, parecían coincidir en mentalidad, en ideas, pero cuando él no estaba presente entonces era casi imposible la convivencia: surgían riñas, disputas, celos, y demás.


En la última cena el Señor dijo lo siguiente: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando (o sea que se amen). Ya no os llamaré siervos (empleados), porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto (o sea que hagan más amigos), y vuestro fruto permanezca (y que la amistad permanezca); para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.”

Básicamente el Señor, en las frases anteriores, nos está diciendo una paradoja: “aquí está mi mandamiento: ya no deben obedecer mis órdenes, porque ya no son siervos: les ordeno que sean mis amigos”. Una amistad no puede ser inducida (manipulada), ordenada (obligada) o impuesta. Por ello, al decir “les ordeno que se amen entre ustedes como yo les he amado” pues sólo está utilizando un juego de palabras para hacernos ver que su ideal para nosotros es que no haya entre nosotros ninguna relación, de ningún tipo, salvo el de la amistad.


Los amigos hacen lo que hacen porque quieren hacerlo. Punto. A un amigo le podemos pedir un favor, pero nunca podemos ordenarle algo. Y aun cuando en el pedir utilicemos frases autoritarias, no podrían ser una orden, porque ni el que la está recibiendo pretende recibir nada a cambio, ni el que la está emitiendo puede otorgar nada. Una relación de amistad es la consumación del amor mismo: es el amor hecho práctico.


Esta clase de relación de amistad era la que había entre el Señor y Dios. Regularmente decía: “yo hago lo que le agrada”. Y sí, también dijo que obedecía a su padre, pero ya vimos lo que la palabra obedecer quería decir en la mente del Señor Jesús. En la misma última cena el Señor dijo lo siguiente: “Mas no ruego solamente por éstos (los que ya serían sus amigos), sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos (los siguientes amigos), para que todos sean uno (para que todos sean amigos entre todos);como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste (las cosas que él sabía, y que les había compartido), yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno (para que tuviesen una misma mentalidad). Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.”


Precisamente la unidad perfecta se logra cuando no hay intereses de por medio. Si alguien se casa con otra persona, esperando un beneficio particular, y éste no es recibido, lo más probable es el divorcio. Pero cuando no hay intereses involucrados podemos esperar que esa unión, que está ligada por el desinterés, permanezca en el tiempo. Es lo mismo si el grupo está conformado por dos personas, que por millones. ¿Imaginan que todos, así como el Señor lo expreso, fuesen amigos de todos? ¿Cómo le llamaríamos a este planeta, si todos fuésemos uno con el Señor? No podemos esperar llenar la tierra con la luz, si es que esa luz no mora en nosotros primero. No podemos esperar que todos sean amigos entre todos si es que nosotros no somos capaces de ser amigos primero.


Entre nosotros, amigos míos, no hay jefes, ni rangos, ni estipulaciones. No debería haber celos, ni disputas, ni rencores. Si es que nos une la amistad, entonces ni siquiera somos un grupo: sólo seres humanos que caminan hacia un objetivo: que todos sean amigos de Dios, y entre ellos mismos. No hay un camino definido por el cual todos deban caminar para llegar a dicho objetivo, pero todos los caminos tienen una misma actitud: esa actitud, esa mentalidad desinteresada es el camino. No hay reglas, ninguna, pero hay una: no hay reglas. Pero el desinterés egoísta es la regla: no busco mi beneficio, sino el de los demás. Dicho sea de paso, esta actitud es constante, si es que somos amigos, no esporádica, eventual o semanal.


Que Dios sea manifestado a cada quien, de acuerdo a su situación particular, y que el propósito final se lleve a cabo. Estos son mis pensamientos hacia ustedes: mis queridos amigos.


Juan Carlos.

lunes, 4 de julio de 2011

Semana de Oración

Aca les dejo unos videos de la semana de oración en la Iglesia del Bosque, hoy subi el del dia lunes, mas adelante seguire subiendo los demas.

para descargarlos,Den click derecho --> Guardar destino como:

LUNES

MARTES

MIERCOLES

JUEVES

SABADO: La reunion de las 2 familias

Dios los cuide

Juan Carlos

lunes, 11 de abril de 2011

en Monterrey de nuevo

Bien, desde hace ya poco más de dos semanas estoy de nueva cuenta en Monterrey. Esta vez es diferente a la vez anterior, y que bueno que así sea. Pero en lo que es igual es el tremendo calor que por acá hace. Ya he pasado varios días en que el termómetro marca más de 40 grados centígrados.

Acá ha ido todo bien gracias a Dios, en todos los aspectos. Mi salud ha mejorado sustancialmente, después de algunos meses en los cuales constantemente me enfermaba. Gracias a Dios también he terminado de escribir el papá de todos, y precisamente estoy en Monterrey para imprimirlo. Espero poder lograrlo pronto.

Estoy trabajando para poder recaudar el monto, que esta vez es considerablemente mayor al que se requirió para la publicación de la Palabra profética más segura. Pero esta vez igual pienso que vale la pena hacer un esfuerzo por lograrlo. Le dije a una amiga recientemente, quien lamentaba que no podríamos vernos pronto: “las cosas importantes de la vida regularmente nos cuestan tiempo y esfuerzo”. Ella coincidía conmigo.

Por lo demás, sigo en lo mío, que es lo de todos.

Juan Carlos

martes, 15 de marzo de 2011

Susy: la situación de todos

Hacía tiempo que no escribía. A propósito de una pregunta que me hizo una muy buena amiga mía, escribí una parábola. Aquí la trasncribo. Espero en Dios que les sea de beneficio.


"Respecto de la situación en la que te encuentras, de tener miedo a fallar o a pecar, déjame escribirte una parábola: cierto día un niño de 4 años está en su cuarto jugando, en eso escucha un gran ruido de algo que pasa por encima de su casa, y se asoma por la ventana: es una avioneta. Sale corriendo de su casa y va al terreno de un lado y ve descender de la avioneta a su papi. El niño corre hacia él y le dice: “¿qué es eso papá?” Y el papá le responde: “una avioneta”.



Como al papá le gustan mucho las avionetas después de unos días, él está en su oficina (en la cual tiene una colección de avionetas en miniatura) y llega el niño y le dice: “¡papá! ¡Papá! Te he hecho una avioneta, ¡mira!” Y saca de su bolsillo una avionetita de papel. El papá toma el regalo de su hijo, y le dice: “¡Qué bonita avioneta! La pondré en mi escritorio, para que todos vean la avioneta que has hecho.” Dime, susy, ¿cómo se siente el niño con las palabras que su papá le dijo? Obviamente se siente bien. El niño está a punto de salir de la oficina de su padre y el papá le dice: “hijo, estaba pensando un poco, ¿no te parece que a la avionetita le falta un poco de color?” El niño se queda pensando y se le ocurre una gran idea: ¡va a hacer otra avionetita pero ahora con color! (yo te pregunto: ¿a quién se le ocurrió la idea?).



Después de unos días el niño se da cuenta que cuando pinta el papel con los colores se arruga, y se maltrata. Después de algunas semanas va con el papá a su oficina y le dice: “papi, te traigo otra avionetita, pero ahora pintadita, con color, pero no me sale bien, no sale como quisiera.” El papá le recibe la avionetita y le dice: “puedes usar, en vez de papel, una cartulina, ella resiste más que el papel.” Al niño se le abren grandes los ojos y sale corriendo feliz porque ya sabe cómo hará su siguiente avionetita. Consigue un poco de cartulina, la recorta, la pinta y hace su siguiente avionetita. Después de un tiempo se la lleva a su padre, y el papá al verla la recibe muy contento, y le dice: “¡bien hecho hijito! Ahora voy a quitar la antigua avioneta, y pondré esta nueva, que es mucho más bonita que la anterior. Y vamos a guardar la anterior avionetita en la repisa, en la pared.” Dime susy, ¿cómo se sintió el niño con la actitud de su padre?



Pasan los años, y ahora el niño tiene 12 años. A su padre le siguen gustando las avionetas. Así que el niño, jugando en su cuarto, comienza a hacer una avioneta de abate-lenguas (esas maderitas planitas que usan los doctores cuando uno está mal de la garganta), y con un poco de pegamento comienza a hacer su primer avionetita de madera. No le gusta la primera que hace, así que lo vuelve a intentar, y así varias veces hasta que le gusta una. Sale corriendo a la oficina de su padre y le dice: “¡papá! ¡Papá! Te traigo una nueva avionetita.” El papá le recibe con gusto en su oficina y al verla le dice: “¡wow! ¡Me acabas de dejar con la boca abierta! (bueno, es un decir, pues el papá ha visto muchas cosas que su hijo aun no conoce) ¡Qué linda está la avionetita! Ahora vamos a quitar esta avionetita de cartulina y la vamos a reemplazar por esta de maderita. Y la anterior la vamos a poner a un lado de las primeras dos que eran de papel.” Dime susy, ¿cómo se siente el niño al ver la reacción de su padre?



El niño ahora es un joven y aprende a usar la madera. Estando en un taller de carpintería de su bachillerato industrial, se pone a modelar una avioneta ya más grandecita, con un gran trozo de madera que consiguió en el bosque. Al papá le siguen gustando las avionetas. Claro, modelar en madera una avioneta es mucho más complicado que hacer una de cartulina, o de maderitas, así que al joven le toma mucho más tiempo lograrlo. Después de un año de estar trabajando en ello, llega a la oficina de su padre y le dice: “padre, te he traído este regalo, llevo más de un año trabajando en él, espero que sea de tu agrado.” El papá mira la caja que trae su hijo y ya intuye lo que contiene. Al sacar la avioneta de su interior, barnizada, tallada, pulida y brillante, se queda sin palabras. Después de algunos segundos voltea a ver a su hijo y le dice: “este es el mejor regalo que me han hecho hasta hoy. Me parece lo más hermoso que alguien ha hecho por mí. Ahora, esta nueva avioneta ocupará casi todo mi escritorio. Pero no importa, me haré un escritorio más grande, para que puedan observar lo que has hecho.” Dime susy, ¿cómo se siente el joven con la reacción de su padre?



El joven está a punto de salir de la oficina de su padre, cuando escucha que dice: “hijo, ¿nunca te pasó por la cabeza ponerle un motor a esta avioneta de madera?” El muchacho sonríe ampliamente y da media vuelta. Llega a su tallercito, pero ¡él no sabe nada de mecánica! No sabe hacer un motor. Así que se pone a estudiar un poco de física, un poco de mecánica, un poco de ingeniería industrial. Después de algunos años, el muchacho modela una avioneta más sofisticada, con partes de madera, y partes metálicas. Le puso un motor, y se le ocurrió crear un circuito para manejarla a control remoto. Revisa todos los detalles posibles, y finalmente se encamina a la oficina del papá. Llegando allá, abre la puerta y ve a su padre sentado en el escritorio, y su avioneta anterior allí mismo. Voltea a ver la repisa de la pared y mira todas las avionetas que ha hecho a lo largo de su vida. El padre le voltea a ver y sonríe. El hijo le dice: “padre, esta avioneta no fue diseñada para que la pongas sobre tu escritorio, sino para salgas afuera a volarla.”



Salen juntos de la oficina. El hombre, que ya dejó de ser joven para convertirse en todo un adulto, enciende la avioneta y le da el control remoto a su padre. El padre acciona los circuitos y la avioneta comienza a moverse. Los dos están sumamente alegres, felices se puede decir. Después de jugar como niños durante una hora, el hombre ya no tiene que preguntarle a su padre si le gustó o no el regalo, es evidente que le ha encantado. Termina el día y en la terraza de la casa, ya de noche, el papá le dice: “hijo mío, ¿nunca soñaste con volar? ¿No te ha cruzado por la mente el pensamiento de que podrías ser como un ave?” El hombre se queda callado un poco y contesta: “sí padre, desde cuando te vi la primera vez, siendo un niño, volar en tu avioneta, he tenido la idea de volar yo también.” Después de ese día el hombre comienza a construir una avioneta “de verdad”, una en la que su padre se pueda meter, y la pueda pilotear, y se sienta como un ave cruzando por las nubes.



La tarea le toma años. La imagina, la diseña, la dibuja. Él hace todo. Desde los tornillos y las tuercas, hasta las piezas de goma y de plástico. La pinta, la ensambla, la construye. La termina siendo casi un anciano. Va a la casa de su padre y le dice: “padre, tengo un nuevo presente para ti, espero que te guste.” El papá está sentado en un sillón en la sala de su casa, y cuando su hijo voltea a su alrededor, mira todas las avionetas que ha hecho a lo largo de su vida. Mira la primera avioneta que le hizo a su padre, cuando era sólo un niño. Mira la de cartulina, mira la de maderitas. Allí están todas. El papá le dice: “hijito, las traje acá para que todos los que vengan a casa las puedan ver.” Salen despacio de su casa, y van a la calle. Allí está: la gran avioneta, la mejor obra de la vida del hijo.



El anciano le dice a su padre: “papá, te he hecho lo mejor que he podido. En esta avioneta he puesto todo lo mejor que tengo. Por favor, recíbela como si en ella haya puesto mi vida entera.” El papá le dice: “hijito mío, toda mi vida he sido feliz por las cosas que haces por mí. Esta avioneta es lo mejor que hayan visto mis ojos en toda mi vida. Pero ésta ya no es para mí, sino para ti mismo. Yo ya no puedo volarla, pues ya soy sumamente viejito. Pero es tuya, yo te miraré desde aquí como vuelas como un ave, y cuando estés allá, me sentiré contigo volando.” Dime susy: ¿cuántas veces le dio el papá la orden a su hijo de que le hiciera una avioneta? Entonces, ¿por qué las hizo? ¿Qué le impulsaba a hacerle avionetas a su padre? Esta es la actitud de un hijo de Dios: ¡querer que su padre se sienta feliz! El papá nunca le regañó, nunca lo presionó, nunca le castigó. El papá siempre esperó a que su hijo, de iniciativa propia, porque su hijo así lo quería, le hiciera sus regalos. Pero el padre nunca los esperó, mucho menos los demandó. Dios no nos da órdenes. Dios no nos regaña, no nos castiga. ¡Dios nos ama! Esto es sumamente diferente a lo que se nos ha enseñado en la iglesia. Pero es la verdad. No hay fuego, nadie morirá quemado.



Susy, si hoy no conocemos el carácter de Dios se debe a que las ideas religiosas se han estancado desde hace siglos. Los religiosos impiden que avancemos en el conocimiento de Dios, pero Dios no lo iba a permitir para siempre. Tenía que llegar la oportunidad para entender mejor a Dios, y hoy la tenemos con nosotros. No la dejes pasar. Deja esa mentalidad de sierva, de sirviente, de esclava, y tórnala por una mentalidad de familiar, de amiga, de hija de Dios."



Dios les cuide.


Juan Carlos

viernes, 21 de enero de 2011

Los dos hijos (2a Parte)

Los dos muchachos crecen y llegan a tener sus propias familias. Uno de ellos, el mayor, sienta cada jueves por la mañana a sus hijos en sus piernas y les relata las grandes historias de las hazañas de su padre: aquel a quien él admira. Después de las historias les da las leyes: "así que hoy es jueves hijos míos, arreglémonos para salir hacia la casa de la izquierda, desde anoche debieron quedar arregladas las tijeras, y la ropa de trabajo, ¿lo hicieron?" Y sus hijos responden a una voz: "¡sí papi, desde ayer arreglamos todo, y nuestra mami nos hizo desde ayer la comida para comer en el jardín de los vecinos de la izquierda!" Y salen, todos los jueves por la mañana, a arreglar el jardín de los de la casa de la izquierda, quienes por supuesto, están muy contentos de tener tan buenos vecinos, porque ya saben que cada jueves tendrán su jardín muy bien arreglado.

El hijo menor también tiene sus hijos. Todos los días, durante las labores normales del día, él y su esposa integran a sus hijos en las responsabilidades del hogar, y en sus actividades diarias a favor de los demás. Él y su esposa se dedican todos los días a hablar con la gente acerca de cosas que la gente no conoce y que necesita: una dimensión espiritual de las cosas. Los niños les acompañan, y aprovechan para explicarles la naturaleza y las cosas de la vida. Por la tarde, cada tarde, él habla a sus hijos acerca del carácter de su padre. Les habla de lo que él pensaba, de lo que él sentía, de lo que él era. Sus hijos claro, ven reflejado todo lo que el papá les dice del abuelito, en él mismo, tienen un ejemplo de lo que fue el abuelo en su padre mismo. Así, en la vida del padre de ellos entienden las virtudes que el abuelo tenía. Un día, se acuerda de aquel jueves y de la conversación posterior que tuvo con su padre. Y se las relata a sus hijos. Los hijos entienden todo lo que el padre les explica. Todos crecen y llegan a tener sus propias familias.

Cierto día, pasados los años, uno de los grandes amigos del abuelo está por morir. El abuelo ya murió hace tiempo. En sus últimos días, y acordándose de su gran amigo, quiere hacer una reunión para honrar la memoria del abuelo, y manda una invitación para todos aquellos que tienen el apellido del abuelo, su gran amigo. Vienen a la convocatoria los dos hijos y sus hijos, y los hijos de sus hijos. En las dos familias hay una nítida diferencia. El amigo del abuelo se da cuenta, pero recuerda las grandes conversaciones en el café con el abuelo, donde los dos, grandes visionarios, hablaban de lo que les gustaría que fuese la nación, la humanidad entera. Habían conversado mucho acerca de las virtudes de los hombres y las mujeres, y se habían imaginado lo que serían sus familias, sus hijos, sus nietos. El amigo del abuelo había fracasado en conseguir que su familia llegara a ser lo que él y el abuelo (su gran amigo) se habían propuesto. Ahora tenía frente a él a la estirpe de su amigo. Podía ver en algunos de ellos el pensamiento y el carácter de su gran amigo, pero en algunos otros no: ellos no se parecían a lo que él recordaba de su amigo. Así que en ese momento toma una decisión: correr de su festejo, donde se honraría la memoria de su gran amigo, a algunos de los presentes.

Todos en la fiesta se sienten consternados, y piden una explicación. El anfitrión (el amigo del abuelo) se para frente a todos y da la explicación: "Yo les invité a venir a esta celebración para honrar la memoria de la única persona que puedo considerar de verdadero valor para mi vida. Él es antepasado de todos ustedes. En cierto sentido puedo decir que todos ustedes de él proceden, en el sentido carnal, pero no en el sentido moral. Yo le conocí bien, sé cómo pensaba, sé cómo sentía, sé quién fue él. Le recuerdo tan claramente que podría narrarles su historia punto por punto. Yo sé muchas cosas aun que todos ustedes juntos no sabrían, pues yo las compartí con él. Le conocí desde muchachos, fuimos juntos a la escuela, jugamos juntos en tantísimas ocasiones. Podría reconocerle, en caso de que estuviera vivo, desde kilómetros de distancia, por su caminar, por los sonidos que salían de sus labios, aun por el olor mismo del detergente con que su esposa lavaba su ropa. Fuimos como hermanos."

Alguien en la fiesta se para y dice: "y eso que tiene que ver con nosotros, todos llevamos su apellido". El amigo del abuelo responde: "eso tiene que ver con ustedes, porque en ustedes puedo reconocerle a él. Hay entre ustedes verdaderos familiares, que piensan como él, que hablan como él, que caminan como él. Pero entre ustedes también hay quienes no se parecen en nada a él. Tengo información de que hay muchos de los que están aquí que no son familiares suyos, que se metieron a la cena sólo por cenar. Así que la metodología para identificarles es lo que yo recuerdo de mi amigo." En la identificación final, el grupo familiar del hijo mayor tiene un último argumento para decir: "Pero señor amigo de nuestro abuelo, déjenos decirle que nosotros hacemos siempre lo que recordamos del abuelo. Todos los miércoles por la noche arreglamos nuestras tijeras y nuestras madres nos preparan los alimentos del siguiente día: el día de la limpieza del jardín de la casa de la izquierda. Para nosotros siempre fue un gozo el arreglar el jardín de la casa de la izquierda, aunque es verdad que para los últimos tiempos ya no invertíamos todo el jueves, pues el pasto no crece tanto cada semana, pero siempre asistimos y nos regocijábamos en ver cómo se cortaba el pasto, en los cantos de nuestras hermanas cantantes, en los dotes de oratoria de nuestros buenos jóvenes, en la gran sabiduría que derrochaban nuestros hombres en el uso de las tijeras. Tenemos suficiente información como para estar seguros de que el abuelo eso practicaba los jueves, así que las obras que él hizo nosotros también lo hicimos. Somos parientes fieles del abuelo".

Con un rostro un tanto triste, el amigo del abuelo les mira y les dice: "lo siento, de verdad lo siento. Efectivamente hicieron lo que el abuelo hizo un día, un día jueves, pero nunca le conocieron. Yo tampoco los conozco a ustedes, no puedo reconocer al abuelo en ustedes. Apartaos de aquí por favor."


Dios les cuide.

Juan Carlos

miércoles, 12 de enero de 2011

Los dos hijos

El reino de los cielos es semejante a un padre de familia que tiene dos hijos. Los dos hijos admiran a su padre y quieren ser como él. Así que cierto día, uno de los dos hijos piensa para sí: "mi hermano y yo queremos ser como mi padre, pero yo quiero ser un mejor imitador de mi padre que mi hermano, así, él me querrá más porque me pareceré más a él". Y decide imitar lo que el padre hace. Se levanta y comienza a observar al papá. El día es jueves y mira que su padre sale de la casa con unas tijeras para podar (para cortar ramas y arbustos). Sale de la casa y voltea a ver hacia las dos casas vecinas, y se encamina hacia la casa de la izquierda. Mira todo el jardín y comienza a trabajar en él. El jardín era un desastre, así que le lleva casi todo el día repararlo. Al final, ya casi de noche, termina y se para frente a la casa y su hijo nota en su rostro una gran sonrisa de satisfacción. Entonces el hijo piensa: "wow, lo que mi padre acaba de hacer debe ser algo sumamente bueno, pues él está con una gran sonrisa. Si él me ve imitarle, hacer lo que él hizo, seguramente me mirará a mí con esa misma sonrisa de alegría y satisfacción".

Llega el siguiente jueves y el muchacho se levanta muy de mañana. Va hacia la bodega de herramientas y escoge la misma tijera que su padre usó. Sin voltear a ver las casas, se encamina hacia la misma casa vecina, la de la izquierda, y se para frente a ella. Ha pasado una semana desde que su padre la podó y la arregló, así que el trabajo no es tan difícil como el que pasó su padre, pero él piensa: "bueno, todo es proporcional, como él es adulto, le tocó más trabajo, a mí, que soy pequeño, me toca menos". Y comienza a "trabajar". Corta una ramita de por aquí, otra de por allá. Corta un poco de pasto, y levanta unas cuantas hojas que los árboles han tirado. Para el medio día ya terminó. Se para frente a la casa y piensa: "ahora mi padre me mirará con un rostro de agrado, porque hice lo mismo que él hizo". Así que termina su labor y se regresa a su casa, satisfecho por lo que ha hecho.

El otro hijo por su parte, el jueves anterior también observó lo que hizo su padre. Él hijo, que es el menor de los dos, se quedó pensando en lo que su padre hacía. Meditaba en los gestos, en las labores y los esfuerzos. Escuchó las canciones que su padre cantaba mientras trabajaba ese día. Pasados unos días, el muchacho se acerca a su padre, y le dice: "padre, ¿tienes tiempo para conversar con tu hijo más pequeño?" El padre, le voltea a mirar y le pregunta a su vez: "¿es importante lo que tienes que decir?" El hijo, con reverencia, le dice: "la importancia de mis palabras las tendrás que juzgar tú, pero eso sucederá después de que las escuches, pues si no las oyes ¿cómo podrás saber si son o no importantes?" El padre suelta una gran risa y le dice: "ese es mi muchacho, siempre tan inteligente. Tengo tiempo para hablar contigo, habla."

El muchacho comienza: "padre, el jueves pasado te vi lo que hiciste en la casa de los Hernández. Y me preguntaba la razón por la cual lo hiciste. Me refiero a lo que hiciste en su jardín, y al tiempo que le dedicaste. ¿Podrías explicármelo?". El padre, sonríe un poco y le dice: "tú eres muy joven para entender muchas cosas de la vida de los adultos. Pero la pregunta y las reflexiones que me expones requieren de una respuesta adulta. Pon mucha atención. Quizá hayas notado que hace más de un mes que el señor Hernández no viene a su casa. A sus hijos les dijo que iba a trabajar unos días fuera de la ciudad, y eso es lo que se dijo en el barrio. Hace dos semanas, seguro de esto sí te habrás dado cuenta, tú no juegas con tus vecinitos, pues su mami, la sra. Hernández, les llevó a casa de su abuelita. Tu mamá me dijo, que la sra. Hernández tenía ya casi 3 semanas con unos dolores en su vientre, y el martes supimos que había ido al hospital a revisar la causa de sus dolores. Ella no regresó a la casa durante el miércoles.

Ese mismo día, el miércoles, yo llegué a mi trabajo y me dijeron que el siguiente día, el jueves, la tienda en que laboro permanecería cerrada por diversas causas, que no fuera a trabajar. Así que el jueves por la mañana tuve tiempo de ponerme a pensar un poco. En realidad, el sr. Hernández no se fue a trabajar, sino que dejó a su familia, los sres Hernández se están divorciando. Esa es la causa de los dolores de la sra. y por la cual tuvo que llevar a sus hijos con su madre. Si ella no regresó del hospital es porque la mantuvieron internada, para poder tratarla. También pensé que lo más seguro era que la casa la tengan que vender, y bueno, si la necesitarían vender o no, la sra. Hernández no tendría ni tiempo ni ánimos para arreglar el jardín. Por eso, ese día, el jueves pasado, decidí hacer algo para contribuir a mejorar la situación de la familia Hernández."

El muchacho tiene los ojos un tanto abiertos, por causa de las cosas que el papá le está diciendo. Nota la pausa del papá en la conversación y aprovecha para decirle algo más: "apá, pero los de la casa de la derecha sí son tus amigos, los García, ¿Por qué nunca les has arreglado el jardín a ellos? ¿Por qué la casa de los Hernández, si ellos no han sido amigos de ustedes?" El padre, ahora serio, le dice: "M'ijo, los García son nuestros amigos, siempre han venido a los cumpleaños, a los festejos, a veces vinieron a cenar o a comer, eso es verdad. Pero ellos no tienen necesidad de que yo les arregle el jardín. El sr. García gana más dinero que yo, y él tiene un carrito podador. Él le paga a un jardinero para que lo mantengan siempre arreglado. Lo que yo hice ese jueves no tiene que ver con el jardín mismo, sino con la familia que está en necesidad". El muchacho le dice: "ya estoy entendiendo. El día no tiene importancia en sí mismo, sino que pudo hacer sido cualquier otro día. Elegiste el jueves sólo porque era tu día libre. No tiene importancia el hecho de que la casa de los Hernández haya sido la de la izquierda, pudo haber sido la de la derecha, o la del frente, o aun de otro barrio. No tiene importancia el hecho de que hayas arreglado el jardín, pudo haber sido la cocina, o el techo. Y el tiempo que empleaste no tiene importancia tampoco, sino que hayas terminado de hacer la labor que te propusiste". El padre vuelve a sonreír y le dice: "agradezco a Dios que te haya dado inteligencia hijo mío. En todo lo que has razonado has acertado. Lo que realmente importa es lo que uno es adentro, no las labores que realiza".

Continuará.

Juan Carlos